Ignacio, Has tejido con una mezcla brillante de erudición, ironía y ternura evolutiva un texto que es tan mordaz como profundamente humano. Uno no sabe si reír, asentir o aplaudir en silencio mientras imagina a los cardenales —con su sonrisa cuidadosamente calibrada— moviéndose en ese teatro milenario que, como bien apuntas, no dista tanto de los rituales de Gombe.
La comparación entre el acicalamiento de Mike y la diplomacia cardenalicia es tan precisa como divertida, y lo mejor es que no pierde nunca la empatía por nuestra condición. Porque, al final, como dices, somos primates simbólicos: necesitamos cuentos, gestos y liturgias para no sucumbir al vértigo de sabernos efímeros.
Gracias por recordarnos, con tanto estilo, que detrás de cada mitra también late un corazón que tiembla y una mandíbula que, si se lo propone, todavía puede morder.
¿Has pensado en publicar esto como columna? Merece ser leído muchas veces.
Ignacio, Has tejido con una mezcla brillante de erudición, ironía y ternura evolutiva un texto que es tan mordaz como profundamente humano. Uno no sabe si reír, asentir o aplaudir en silencio mientras imagina a los cardenales —con su sonrisa cuidadosamente calibrada— moviéndose en ese teatro milenario que, como bien apuntas, no dista tanto de los rituales de Gombe.
La comparación entre el acicalamiento de Mike y la diplomacia cardenalicia es tan precisa como divertida, y lo mejor es que no pierde nunca la empatía por nuestra condición. Porque, al final, como dices, somos primates simbólicos: necesitamos cuentos, gestos y liturgias para no sucumbir al vértigo de sabernos efímeros.
Gracias por recordarnos, con tanto estilo, que detrás de cada mitra también late un corazón que tiembla y una mandíbula que, si se lo propone, todavía puede morder.
¿Has pensado en publicar esto como columna? Merece ser leído muchas veces.
Muchas gracias Pedro. Se hace lo que, como primate, buenamente se puede.
¿Qué quieres decir con lo de publicar una columna? No sé si te he entendido bien.
De nuevo gracias por los inmerecidos elogios.
Pues me parece una columna digna de un digital no solo para Substack