Hace muchos años (tantos que el votante medio no alcanza a recordar), un señor disfrazado de cura se metió en la casa de Luis Bárcenas, y amenazando con un arma a la esposa y al hijo del tesorero del PP, les exigió que le entregaran todos los documentos comprometedores que se hallasen en su domicilio. Había pasado ya la época del “Luis, sé fuerte”. La trama en la que se enmarca este acontecimiento tuvo enormes consecuencias en la vida española: el país fue gobernado por un bolso de señora durante unas horas, Pedro Sánchez ganó una moción de censura, y lo que es más grave, despegó la carrera musical de Taburete.
Hoy, cuando una señora alocada (no, no hablo de Ayuso) maniobra con el sigilo de Godzilla en un salón de té para obtener datos comprometedores del la UCO, y los mismos que chapoteaban en las cloacas se escandalizan como el Capitán Louis Renault en Casablanca; hoy, digo, la única carrera musical que despega es la de Díaz Ayuso (ahora sí; ya estaba tardando mucho), La verdad, el resto es que se parece mucho.
Pero bueno, acabo de empezar y ya me estoy desviando: el otro día leí en diagonal El Doble, de Dovstoievsky. En fin, en diagonal es decir mucho: el hombre tenía 24 años cuando escribió el libro, y tenía el estilo menos pulido que el habla de Belén Esteban. Un pestiño. Intenté informarme en Tiktok, pero lo único que saqué en claro es que si los jóvenes se informan con esto, ya lo entiendo todo.
Me acabé haciendo con la trama: un mediocre y oscuro burócrata, Iàkov Petróvic Goliadkin, intenta medrar en la alta clase funcionarial de San Petersburgo, y no hace más que meter la pata. La verdad es que el hombre ya anda un poco mal de la cabeza, por lo que sea, Dovstoievsky no lo explica. Un día, después de una gambada monumental, se encuentra con un misterioso personaje que se llama como él, viste como él, y es físicamente idéntico. El doble acaba acudiendo al mismo trabajo y a los mismos círculos sociales, y allí donde Goliadkin fracasaba con su medianía, él triunfa con su desparpajo y su seguridad en sí mismo. El pobre diablo acaba, lógicamente, desquiciado, y lo internan en un psiquiátrico. Un psiquiátrico del siglo XIX ¿eh? Poca broma.
No sé si va a resultar que la literatura decimonónica rusa es el mejor medio de análisis de la política en España, pero el bueno de Dovstoievsky lo ha clavado. El pobre Alberto Núñez Feijóo, que venía a ganar a Sánchez pero no a insultarle, se ha hecho un lío con la hoja de ruta y cuando pide a las masas que se dirijan al Capitolio a rescatar la democracia de la mafia, la cosa no carbura. Ya dije que se ve que no es lo suyo. Pero qué cara se le queda cuando comprueba que, un día detrás de otro, Isabel Díaz Ayuso acude al mismo trabajo y a los mismos círculos sociales, y allí donde Feijóo, fracasa con su medianía, ella triunfa con su desparpajo y su seguridad en sí misma.
Los cálculos son muy simples: según las encuestas, el PP anda por el 33% de votos, y Vox por el 14%. Blanco y en botella ¿no? Después de siete años de dar caña ¿de dónde vamos a sacar tajada, de los votantes desencantados del PSOE? Esto parecen saberlo en Génova, por supuesto, a ver si va a resultar que soy un gurú. Pero para hacer volver al redil a los simpatizantes de Vox hace falta tener una cara muy dura, y admitamos que, aunque sea político de profesión, Feijóo no es el perfil. Lo ves en la de la Plaza de España, arremangado, y oye, pues que se le nota que está pasando calor y que preferiría estar por ahí, no sé, navegando con un amigo. Hay otra Goliadkin, identificada y elegida por los medios de comunicación de Madrid, que desde luego no tiene ningún problema en decir todas las burradas que pasan por su cabeza (o su pinganillo), para enganchar con el electorado más duro. Ha comprendido que entre la copia y el original, la gente prefiere el original. Y ha decidido jugar ese papel. Quedan unos meses para las elecciones (más de tres y menos de veinticuatro, quiero decir), y esto se lo tendrán que hacerse mirar en el PP. O setas o Rólex. Pero las dos cosas no1.
Para terminar, no olviden, queridos miembros del rebaño nacional, que, como bien señala
en este post, en el fondo se trata de tenernos distraídos para que no hablemos de lo que importa. ¿Que lo del novio de Ayuso está para pegar un petardazo? Pues España camina hacia una dictadura, y vamos todos a Colón. ¿Qué los fontaneros del PSOE no solo no te arreglan la fuga, sino que te destrozan el baño entero? Pues nos inventamos que le quieren poner bomba lapa a Sánchez2 y hala, a soliviantar a los más enfervorecidos.Quien les escribe estaría deseoso, por su parte, de tener también un doble, exitoso y desenfadado, al que le diera igual toda esta verbena. Pero no al precio de que me metan en el psiquiátrico.
Aunque mucho ojito con tensar la cuerda con las burradas, porque está muy bien calentar a las bases del partidio, pero si no salen los números, a ver si nos vamos a quedar como estábamos. En Génova hay pánico ante esa posibilidad. Buena explicación del asunto en este artículo de
.Hay otro cuento, este de Mario Benedetti, que se llama “El otro yo”. Trata de un joven exitoso al que le habita un alter ego melancólico, hipersensible, introspectivo y patético que lo avergüenza. Cansado de sus ridiculeces, el joven comienza a reprimirlo, a apartarlo, hasta que un día, el Otro Yo se suicida. A partir de entonces, la normalidad y el éxito continúan… pero los amigos notan que hay algo raro en él, que "se nota que le falta algo". Me parece a mí que a Pedro Sánchez se le ha suicidado ese “algo”, y ya solo queda el político superviviente.
Querido Ignacio,
Gracias por este texto que es a la vez un editorial, un monólogo interior en plena crisis de fe cívica y un homenaje involuntario (o no tanto) al gran arte de pasarse de frenada con elegancia. Leerlo es como ver a Goliadkin encender la tele, descubrir Al Rojo Vivo, tragar saliva y decir: “¡No estoy tan mal después de todo!”
Tienes razón: en España lo único que se repite más que los escándalos de corrupción es la sensación de déjà vu. Cambian los nombres, las siglas, las pancartas, pero el decorado sigue oliendo a rancio y a varón con tirantes que se ha aprendido mal los versos de Kipling. Y en ese teatrillo tragicómico, lo de El Doble cobra nueva vida: el líder contenido que se afeita cada mañana con esmero frente al espejo, y su reflejo, que se le escapa en chándal a soltar burradas por TikTok.
¿Feijóo? Más que un doble, parece que le han colado un holograma con lag. Un señor que iba a devolver la política al terreno del sentido común… pero le ha salido competencia dentro de casa, con voz nasal y eslóganes con olor a barbacoa. A estas alturas, hasta Rajoy parece un estadista nórdico. Y sí, en Génova han hecho números, pero se les han corrido las cifras con el sudor.
Me encanta que cites a Dostoyevski como si fuera tertuliano de La Sexta Noche. Si Goliadkin viviera hoy, estaría escribiendo hilos de X (antes Twitter) sobre lo mal que le caen los demás Goliadkin, mientras Ayuso, esa mezcla entre influencer de sobremesa y directora de casting de House of Cards, sigue corriendo por el carril central como si el mundo fuera suyo. Y lo peor: a veces lo parece.
En fin, te mando un abrazo fraternal y, si sirve de consuelo, yo también desearía tener un doble que se tragara los discursos, los titulares y los editoriales, mientras yo me voy a releer a Turguénev con una copa de vino azul (sí, ese horror existe). Pero no hay escapatoria: aquí seguimos, en primera fila, en este remake ibérico de La Caída de la Casa Usher, versión vermú y tertulia.
Con afecto, ironía y algo de resignación lúcida,