Política punk
Lo importante no es el qué, sino el cuándo. En política, el tiempo lo es todo.
En el momento de escribir estas líneas (domingo 15 por la noche), Pedro Sánchez debe haber regresado ya de la finca de Quintos de Mora, donde entre el calor de muerte que debe hacer allí y el sofocón que llevaba de casa, ha debido pasar el finde en la piscinita. Las canonjías del poder. Ahora mismo tal vez esté pasando la mano con nostalgia anticipada sobre las tapicerías posmodernas de los tresillos de la Moncloa. O quizás los esté amontonando para hacer una barricada, que es lo más probable.
Quiero comenzar mi análisis con dos citas que me parecen un gran resumen de la situación. La primera es de Arnaldo Otegi, reconocido estadista de magnánima trayectoria, quien afirmó que lo sucedido hay que enmarcarlo en el “contexto político e histórico del Estado español”. Se ve que le ha costado más dejar los tics que las pistolas, pero el análisis es fino: la democracia española no puede quitarse el olor a chorizo. La segunda, de una fuente anónima del PP, que no tuvo problemas en decir que
“Esto es típico de todo Gobierno en declive, negar la realidad y luego darse de bruces con con ella. Nos pasó a nosotros”.
Y con esta conclusión llena de lucidez y algo de honestidad, por mi ya estaría el análisis del porqué. No me voy ahora a flagelar, porque ya vengo debidamente humillado de casa de mi suegro donde he recibido cuatro puyazos, tres pares de banderillas y estoque hasta la bola, aunque lo que más me ha dolido, cuando he levantado la testuz ante la muleta, es que no se acordara que el Partido Popular de M. Rajoy fue condenado como partícipe a título lucrativo de una trama de corrupción. La memoria, ay, es corta, le dije. No me respondió, pero se me quedó mirando como diciéndome “justamente”. Y en eso, amigos, consiste la política: en conquistar el poder. Al precio que sea.
La cuestión ya no es si Pedro Sánchez sobrevivirá, sino dilucidar, como dije el otro día, si va a haber larga agonía o gran traca final. Esto lo saben algunos señores de la UCO (cuyas filtraciones, al parecer, no constituyen delito alguno), y a estas horas aún no me atrevo a decir si la máquina del fango (que resultó estar en casa) va a seguir bombeando mierda o no, pero impossible is nothing. Hace algo así como mil años tuve una asignatura que se llamaba análisis de decisiones, y aunque nunca pensé que la utilizaría para esto, lo único que podemos hacer en estos momentos es imaginar algunos escenarios (simplificados, llevo ya tres folios y el ejercicio es infinito):
a) Mascletá en la plaza del pueblo, sacrificios humanos en el PSOE.
Koldo tiene un fondo de armario impresionante y salen audios que salpican hasta al rojo ese de David Broncano. Pedro Sánchez dimite compungido, se convocan elecciones, el PSOE encadena a un pobre desgraciado que pasaba por ahí (¿por qué no García Page, hombre?) y lo nombra candidato a la autoinmolación; hecatombe electoral, mayoría absoluta del PP, irrelevancia de VOX. Luis García Berlanga resucita.
In the meanwhile, el Tribunal Constitucional valida la ley de amnistía, con lo Pedro Sánchez le hace un servicio póstumo de Alberto Núñez Feijóo trayendo de vuelta a casa al descerebrado de Puigdemont, a quien por fin se le pasa la tontería. Meses después, un tribunal condena a la pareja de Isabel Díaz Ayuso, que queda tocada por vivir en casa (ella también) con un golfo. Carlos Mazón es retirado como un trasto viejo y vuelve ¡Camps!. Feijóo, en fin, es un genio de la política que se ha deshecho de todos sus rivales, y se va a las cumbres europeas a decir que “it’s very difficult todo esto” sin enterarse de gran cosa.
El PSOE inicia una larga travesía en el desierto; pensiones a la baja, gasto en sanidad y educación reducidos, el que pueda que vaya a un concertado y contrate Sanitas y Securitas Direct. Y el que no, que se tome una cerveza. El presidente de ACCIONA sigue siendo el presidente de ACCIONA y va a Davos con la cabeza alta.
En siete u ocho añitos, un escándalo de corrupción acaba corroyendo al Partido Popular, y vuelta a empezar.
b) Ataque de lucidez de Pedro Sánchez
Quienes dicen que hay que gestionar el Estado como si fuera una economía doméstica, están completamente equivocados. Pues con las responsabilidades políticas pasa lo mismo: en casa se te puede perdonar todo, cariño, pero fuera no. Ya ya puedes presentarte demacrado y compungido en la rueda de prensa, que te voy a dar con el rodillo, o sea con mi voto, que es lo único que tengo.
Supongamos que Pedro Sánchez comprende todo esto por lo que sea (por ejemplo porque en Quintos de Mora ha consumido setas alucinógenas y se ha extasiado ante la belleza del universo). En ausencia de grabaciones comprometedoras, elige el amor a su esposa, y decide que lo deja: lean el escenario a) a partir de “Pedro Sánchez dimite, se convocan elecciones…”, y todo igual.
En siete u ocho añitos, un escándalo de corrupción acaba corroyendo al Partido Popular, y vuelta a empezar.
Esta hipótesis también funciona si cambian el título por “En el PSOE hay alguien que no es drogodependiente y convence al partido para tirar a Pedro Sánchez por la ventana”. Improbable, sí; imposible, no.
c) Pedro Sánchez vuelve enloquecido de Quintos de Mora
El tacto de sus dedos demacrados con el suave terciopelo de los sofás le convencen de que aún hay partido; y, como no hay grabaciones que lo comprometan (que a estas alturas es mucho suponer), decide agarrarse al cargo convenciendo al PNV y a Junts de que cualquier otra alternativa es peor. El partido, muerto de miedo, asiente sin rechistar, García-Page se hace de SALF. La cosa aguanta un tiempo, lo más seguro sin presupuestos. Ambiente irrespirable, y al final elecciones en 2026, si la burra no puede dar más de sí, pobrecita, o 2027, que es para pegarse un tiro colectivo.
Pedro Sánchez se presenta como candidato, la humillación electoral es llevadera, y se va a la ONU o ¿por qué no? de consejero a Acciona, que tendría su gracia. Durante esos meses perdidos, Alberto Núñez Feijóo, desesperado, pierde los papeles y hace una manifestación cada semana; la condena al novio de la Ayuso se vende como un golpe del Estado dictatorial, y el PP, tras las elecciones, depende de un VOX muy crecido para gobernar. Abascal de vice, hablando en francés con la nueva presidenta de Francia, Marine le Pen, que no entiende nada, la mujer. Golpe palaciego y al final doña Isabel for president. Carlos Mazón acude a comer al Ventorro todos los días porque se la pela todo, pero todo. Alberto se va a navegar con Marcial Dorado, y le da igual que sea narcotraficante o mediopensionista.
El PSOE inicia una larga travesía en el desierto; pensiones a la baja, gasto en sanidad y educación reducidos, el que pueda que vaya a un concertado y contrate Sanitas y Securitas Direct. Deja de haber fresas en el Mercadona porque a los inmigrantes los persigue la policía en Huelva con el ministro del Interior, Jorge Buixadó, al frente, tocado con una gorra de béisbol que dice “Make Spain Great Again”. Encontrar un albañil o un fontanero se vuelve imposible, Glovo quiebra por falta de personal, ir a los toros se hace obligatorio. Puigdemont está amnistiado pero no se atreve a volver. Isabel Díaz Ayuso recibe clases de dicción en Moncloa para quitarse el pijerío pero no hay manera. Me quedo en casa sin salir por lo menos esperando tiempos mejores, pero pasan los lustros. El de ACCIONA… pues eso.
En siete u ocho añitos, un escándalo de corrupción acaba corroyendo al Partido Popular, y vuelta a empezar.
c) Todo el mundo fuma hachís y se pone de acuerdo en una moción de censura
Alguien arroja una bomba de estupefacientes en la sesión de control al Gobierno, y en el Parlamento se vuelven locos. Por razones desconocidas como no sean las desconexiones masivas de las sinapsis neuronales, Junts, Vox, PNV y PP desalojan a Sánchez del gobierno. Elecciones anticipadas y vuelta al escenario a), solo que Luis García Berlanga no resucita.
En siete u ocho añitos, un escándalo de corrupción acaba corroyendo al Partido Popular, y vuelta a empezar.
Como ven, no nos faltan razones para el optimismo. Ya les dije que no era cuestión de qué iba a pasar, sino cómo y sobre todo cuándo. Aquí, como diría Gila “alguien ha matado a alguien”, y ese alguien, sí o sí, es Pedro Sánchez. Él verá qué prefiere que escriban en su epitafio. Igual le apetece que diga “vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver”. Cita que, por cierto, no es de Sid Vicious.
Me parece que llega tarde para eso. Puede que, por azares del destino, la bala (política) que Alberto Núñez Feijóo tenía en la sien hasta hace una semana acabe disparada en la cabeza de Sánchez. Y aunque me dan ganas de meterme debajo de la mesa, creo que es la mejor opción.
Iba a terminar con una cita de Anaximandro, pero qué pereza. Seguro que, además, es falsa, como casi todo en esta vida.
He leído tu artículo con una mezcla de fascinación, vértigo y la misma sensación que uno tiene cuando abre la nevera a las tres de la mañana y encuentra solo una loncha de queso plastificado: no era lo que buscaba, pero me lo he zampado igual.
Confieso que he reído (como se ríe uno cuando no sabe si se avecina el apocalipsis o una segunda temporada de El ala oeste de la calle Génova), sobre todo con lo de los sofás barricada de la Moncloa y el revival de Camps, que suena más a una gira de regreso de Hombres G que a política real. Aunque, bien pensado, en ambas hay nostalgia, letras huecas y algo de rímel corrido.
Tu visión de España como una tragicomedia circular con puyazos en casa del suegro, Abascal hablando francés y Puigdemont amnistiado pero con miedo escénico es, a su manera, reconfortante. Como esas películas de Woody Allen en las que todo sale mal, pero con violines de fondo.
Ahora bien, entre tanta lucidez salpicada de desdén y tanto cadáver político con vocación de meme, me quedo con una línea que resume todo: “Desdramatizar es la única salida”. Estoy de acuerdo. Eso o hacer como Pedro Sánchez en Quintos de Mora: flotar en la piscina mientras el país arde, pero con crema solar factor 50 y la esperanza de que al menos las ranas voten.
En fin, querido Ignacio, gracias por regalarme esta columna: me ha hecho pensar, reír, y temer por el futuro. Tres cosas que solo consigue la buena literatura… o una moción de censura mal redactada.
Un abrazo desde este país que, como tú bien dices, no se sabe si va o viene, pero siempre lo hace con mucha escenografía.
No me resisto... porque no sé si era en serio o una broma de las tuyas. Pero la única frase reconocida de Anaximandro, probablemente el texto filosófico más antiguo conocido, dice: "Allí mismo donde hay generación para las cosas, allí se produce también la destrucción, según la necesidad; en efecto, pagan las culpas unas a otras y la reparación de la injusticia, según el orden del tiempo." Que se lo digan al que llegó al poder por una moción de censura contra la corrupción y ahora se ve enfangada en ésta.
Genial como siempre, Ignacio.